Los comienzos de lo que conocemos como correo nos llevan al imperio inca, donde se utilizaba el “churo mullo chasqui”, un sistema que consistía en la entrega personal de mensajes a lo largo del todo el territorio utilizando relevos. Esto inauguró un período que atravesó distintos hechos importantes en la historia de la mensajería postal: 

Tal es el caso del correo virreinal a cargo de Domingo de Basavilbaso. Él nombró al primer cartero, Bruno Ramírez, en el año 1771. De aquellos tiempos, encontramos un cofre de origen francés del siglo XVIII y el símbolo postal “cuerna o corneta del cazador”, utilizada para anunciar la llegada del correo a los pueblos.

En 1858, el entonces director de Correos, Gervasio de Posadas, colocó los primeros seis buzones, como el rojo que se exhibe en la muestra, en Buenos Aires. Con el tiempo fueron sumándose más, incluso los tranvías porteños llegaron a tener buzones allá por el año 1930.

Existen múltiples modelos utilizados a lo largo del tiempo, como el buzón Pilar o el buzón del tipo corneta, utilizado para depositar la correspondencia durante el conflicto de Malvinas.

Teniendo en cuenta que el buzón adquiere su función como “oficina receptora”, la balanza posee un rol fundamental para determinar su valor monetario y cumplir la entrega de la carta o encomienda al destinatario.

El transporte postal pasó sucesivamente por barcos, carretas, camiones y hasta el ferrocarril, con el servicio del vagón postal utilizado entre 1916 y 1980.